La pérdida de cabello es un problema que afecta tanto a hombres como a mujeres por todo el mundo. Hay muchas posibles causas relacionadas con esta caída y, aunque es recomendable acudir a un profesional para saber exactamente cuáles son nuestros motivos, se puede hablar en términos generales de aquellos puntos más comunes que provocan los llamados efluvios, o la alopecia.
Para ello tenemos que hacer una distinción importante en cuando a las razones por las que podemos estar perdiendo pelo. Una razón es la genética, y otra razón es lo que hacemos nosotros, o a qué nos exponemos.
Hoy vamos a hablar de las diferencias entre cada caso, para ver cuándo entra en juego la posibilidad de hacernos un injerto de pelo, o al menos, cuándo vamos a sacarle más provecho.
PREDISPOSICION GENETICA
Evidentemente como en la mayoría de los casos en los que interviene la genética, nos encontramos bastante determinados. Nuestros genes lo que hacen es determinar una predisposición a desarrollar alopecia, o en su defecto, a tener efluvios de pelo más intensos que otra persona al vivir determinadas situaciones.
Si a esta predisposición genética le sumamos la presencia de algunos elementos andrógenos como algunas hormonas sobre todo en el caso del hombre, tenemos el coctel perfecto para generar caídas de pelo notables.
Es cierto que la genética nos da una base que luego dependiendo del entorno podemos expresar o no, pero no podemos negar el peso de esta variable.
Es en estos casos cuando más se recomiendan los injertos de pelo ya que solucionan de raíz (y nunca mejor dicho), el problema de la alopecia o la caída de pelo, de forma permanente y cada vez menos costosa y dolorosa.
Los injertos de cabello son una solución relativamente poco intrusiva, que coloca pelo en las zonas en las que lo hemos ido perdiendo, y bloqueamos el efecto de la genética para repoblar dichas zonas.
RESPONSABILIDAD PERSONAL
Los hábitos de las personas son mucho más importantes de lo que creemos a la hora tanto de desarrollar enfermedades, como, por el contrario, a mostrar la mejor versión de nosotros mismos. Como decíamos anteriormente, la genética nos da una predisposición, pero pueden ser los hábitos los que marquen la diferencia.
Uno de los elementos más importantes es la alimentación. Los micronutrientes que le damos a nuestro cuerpo son decisivos para mantener unos tejidos sanos y fuertes en todo el cuerpo.
Hacernos analíticas de manera periódica, así como acudir a profesionales, puede ayudarnos a determinar si tenemos déficits de algún nutriente, y si es necesario suplementarlo para evitar la caída de pelo.
El deporte también juega un papel fundamental. La salud viene directamente relacionada con la práctica deportiva, y esta, nos pone en niveles óptimos de nuestras hormonas sexuales, lo cual infiere en la caída de pelo, y en otras cuestiones como la calidad o el aspecto de la piel.
Estrés. El estrés prolongado en el medio y largo plazo, sumado a la edad y a las variables anteriores, ha demostrado ser uno de los peores enemigos del cabello.
El estrés somatiza en otras partes del cuerpo, como la piel, generando dermatitis o soriasis, pero principalmente afecta a la caída del pelo y además sucede tanto en hombres como en mujeres cuando se da por esta causa. Parece difícil de asumir a veces, pero un manejo del estrés y las emociones puede resultar realmente útil para la caída de cabello.
A pesar de tener en cuenta estas variables de cara a revertir los efluvios de pelo, podemos contemplar una opción interesante para conseguir un aspecto realmente joven, y es combinar ambos métodos.
La mayoría de los profesionales, de hecho, recomiendan un injerto de pelo para las zonas más afectadas o ya difícilmente reversibles, a la vez que recomiendan una mejora de nuestros hábitos para conseguir una densidad capilar y una sensación de calidad.